Jill Dzrewiecki; Percy Chikwela; David Holdcroft, SJ - JRS Internacional
[De la publicación “Jesuitas 2023 - La Compañía de Jesús en el mundo”]

Programas educativos sensibles a la perspectiva de género que abordan las barreras de género en la educación.

Divine creció en el campo de refugiados de Dzaleka, en Malawi. Es la segunda de seis hijos. Por si no fuera suficiente con las dificultades de la vida en el campo, tenía un padrastro muy rígido que no valoraba la educación de las niñas. Su padre murió antes de que ella naciera, y el nuevo marido de su madre insistía en que Divine se dedicara a las tareas domésticas en lugar de ir a la escuela.

A pesar de ello, su madre la animó a seguir estudiando, y Divine pudo mudarse a casa de su tío y matricularse en una escuela fuera del campamento. Era buena estudiante y pasó a la escuela secundaria. «Mi tío quedó tan impresionado por lo bien que lo hice que accedió a pagarme la matrícula del primer curso», cuenta Divine. Iba bien, y la vida se le hizo más fácil, pero durante el tercer trimestre su tío murió en un accidente de coche. Regresó al campamento de Dzaleka sin perspectivas de seguir estudiando.

Algunos datos desalentadores

De los 82,4 millones de desplazados forzosos, 34,6 millones - o el 42% - son menores de dieciocho años, mientras que los adultos jóvenes de entre diecinueve y veinticuatro años constituyen una gran parte del resto. Además, el 86% de los desplazados de todo el mundo son acogidos por países de ingresos bajos o medios. Esto supone una enorme presión para los sistemas educativos, en entornos con pocos recursos en algunas de las zonas más pobres del mundo. Solo el 34% de los jóvenes refugiados del mundo asiste a la escuela secundaria, y solo el 5% accede a cualquier forma de educación postsecundaria.

Las niñas refugiadas se enfrentan a retos desproporcionados para acceder a una educación. Son extremadamente vulnerables a los matrimonios y embarazos precoces y están sometidas a tradiciones socioculturales y roles de género que limitan sus oportunidades educativas. Al igual que Divine, se espera que muchas niñas refugiadas realicen las tareas domésticas.

El poder de la educación

Sin embargo, la educación es un salvavidas para las niñas desplazadas. Cuando las niñas de entornos afectados por conflictos completan la educación secundaria, desarrollan habilidades de liderazgo, se convierten en generadoras de ingresos y adquieren autosuficiencia. Cuando las niñas tienen la oportunidad de desarrollar su potencial, contribuyen al bienestar de sus familias y comunidades. Por eso el JRS se compromete a mantener a las niñas en la escuela. En colaboración con otras organizaciones, el JRS ofrece programas educativos sensibles a la perspectiva de género que abordan las barreras de género a la educación y permiten a las niñas refugiadas como Divine invertir en su futuro.

La madre de Divine se negó a dejar que su hija abandonara su educación. Pidió ayuda a algunos amigos y, con el tiempo, toda la comunidad acabó apoyando a Divine, que pudo terminar su educación secundaria.

Trabajando duro, Divine obtuvo altas calificaciones, especialmente en matemáticas y ciencias. Su amor por la ciencia la llevó a estudiar enfermería. Cuando llegó el momento de prepararse para la universidad, conoció el Proyecto Naweza del JRS, una iniciativa de educación para niñas en colaboración con la Fundación Fidel Götz. Naweza proporcionó a Divine una beca para cursar estudios de enfermería. Luego, durante los confinamientos provocados por la pandemia, el proyecto proporcionó a las estudiantes becadas como Divine ordenadores portátiles y paquetes de Internet que les permitieron seguir cursos online.

Cursos para jóvenes que abandonan la escuela e Inclusión Digital

Además de las becas, el JRS ofrece cursos para los que abandonan la escuela como parte de su programa Pathfinder. Estos cursos dotan a los jóvenes de las habilidades profesionales más demandadas, tras lo cual se les ayuda a realizar prácticas y a encontrar trabajo. Uno de estos cursos es el de Inclusión Digital, que se imparte en colaboración con la ONG francesa Konexio, y que ofrece a los estudiantes los conocimientos técnicos necesarios para obtener trabajos como la introducción de datos, la traducción y el diseño gráfico en línea y para obtener ingresos.

Immaculée cuenta que el mismo día que terminó Inclusión Digital, consiguió un trabajo. «La vida me cambió por completo», dice. «Puedo mantenerme y mantener a mi hermana, y disfruto mucho de mi trabajo».

La oportunidad de trabajar y ser autosuficiente es una de las formas más eficaces de que los jóvenes refugiados reconstruyan sus vidas y hagan una contribución positiva a sus comunidades. «Mi sueño es ser una mujer que inspire y anime a los demás. Eso es todo». Immaculée ayuda a los refugiados del campamento, tanto en sus necesidades básicas como si necesitan algo de compañía. Anima a todos a aprender, y comparte sus conocimientos con otros para que también puedan llegar a ser independientes.

«La formación que recibí en el Programa de Inclusión Digital me permitió conseguir un trabajo más allá de las fronteras a pesar de mis limitaciones geográficas, legales y sociales. Ahora me siento segura y capacitada, y tengo esperanza en el futuro», afirma.

JRS-Pathfinder está ahora presente en cuatro países y forma parte de una creciente red de educación postsecundaria para los refugiados que a veces no han completado la educación secundaria y tienen muy pocas oportunidades de formación profesional. A través de programas como Naweza y Pathfinder, el JRS está ayudando a hacer realidad el enorme potencial de talento que existe entre los jóvenes refugiados, a la vez que ayuda a elevar su nivel de vida y a satisfacer la necesidad de habilidades en el mundo emergente. Y al hacer esto, el JRS está ayudando a las personas a reconstruir su confianza y su fe en sí mismas, en sus comunidades y, en última instancia, en Dios.