Kirguistán – Al servicio de todos los jóvenes en un delicado contexto de diálogo de fronteras

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El Hermano Damian Wojciechowski, jesuita polaco, dirige lo que podría considerarse un centro de rehabilitación para jóvenes en Kirguistán, una región cuya población es mayormente musulmana. En general, y según el testimonio del Administrador Apostólico de la Iglesia Católica en Kirguistán, el P. Anthony Corcoran SJ, las relaciones son buenas entre la pequeña comunidad católica y los musulmanes de la región, que no son proclives al extremismo. Naturalmente, hay excepciones... En el testimonio que hemos recibido del Hermano Damián, éste advierte que el diálogo no siempre es fácil porque algunos integrantes del clero islámico todavía temen que los cristianos quieran convertir a los niños al cristianismo. He aquí el relato de un encuentro que tuvo con un mulá de la región. Un testimonio de tacto, diplomacia interreligiosa, y, sobre todo, de servicio a la comunidad.

“Damian, si ustedes organizan ese campamento de nuevo, ¡lo incendiaremos!”

La amenaza proviene de un joven ‘moldo’ (mulá kirguís, clérigo islámico), al que encuentro en el serrería del pueblo vecino, Dhzenisch, antes llamado Tschytschkan... El mulá lleva cabeza rasa y va vestido con una camisa blanca hasta las rodillas y un amplio pantalón blanco ‘musulmán’. Lleva un bonete musulmán blanco y liso en lugar de un kolpak kirguís puntiagudo.

Me alegro de entablar una relación con él por fin. Él es quien organizó las quejas ante la KGB basadas en que en el Centro de Rehabilitación Infantil, según él, estábamos convirtiendo a los niños musulmanes en “bautistas”. Los agentes de la KGB que conozco vinieron a mí y me dijeron: “Damián, sabemos que ustedes no están haciendo nada malo, pero si recibimos una denuncia, tenemos que venir a comprobarlo.”

Nos sentamos en el césped. El moldo no habla muy bien el ruso, así que cambiamos al kirguís. Le digo: “Usted primero debería venir a comprobar lo que estamos haciendo... Porque si nos abrasa, nunca sabrá si realmente habíamos hecho algo malo.”

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Me doy cuenta que mi observación no le convence. Quizás piense que más vale incinerar a los infieles como medida preventiva. ¿Cómo debo hablar con él? Él vive en el año 1439 (años contados a partir de la hégira, la migración de Mahoma de la Meca a Medina). Estamos a casi seis siglos de distancia. Probablemente le habría sido más fácil hallar un lenguaje común con los caballeros de las cruzadas.

“’Bajke’ (lo llamo así, una palabra que tiene un significado similar a “señor” o “hermano”), ¿le parezco a usted un idiota que convertiría a los niños sin el conocimiento de sus padres? Dios no aprobaría eso...”

El moldavo examina mi respuesta en silencio... No le agrada la idea de la conversión al cristianismo, ahora bien al Islam... ¿quién sabe? Nos separamos amistosamente. El año que viene me temo que nos denunciará de nuevo.

¿Por qué se nos denunció por “convertir a los niños musulmanes a bautistas”? Habíamos organizado un campamento gratuito para huérfanos y niños discapacitados en Tschytschkan. Al mismo tiempo, pusimos en marcha otro campamento para los niños de las parroquias católicas. A los niños kirguises les picó la curiosidad la capilla improvisada cuando nos vieron en la misa. Durante la velada, quisieron unirse a nosotros para cantar canciones como por ejemplo “Todos los Santos sonríen”. No quisimos ahuyentar a esos niños y haciéndoles sentir que no eran bienvenidos. Así es como podríamos ser considerados “proselitistas”.

Como se puede ver, el equipo del Centro de Rehabilitación Infantil tiene que aprender a andar en la cuerda floja a fin de servir a los jóvenes necesitados, sin tener en cuenta su religión y manteniendo abiertas las posibilidades de diálogo con los musulmanes.

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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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