Cincuenta años de compromiso por la justicia social en América Latina
Desde los años 60, los jóvenes protestaban masivamente contra una sociedad que había hecho posible el horror de la Segunda Guerra Mundial y su sensibilidad humana no soportaba la injusticia. En muchos países exigían democracia y justicia. Comenzaba la represión de las dictaduras militares en Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Uruguay.
La situación general tocó la conciencia de muchos seguidores de Jesús. El Concilio Vaticano II, la reunión del CELAM en Medellín, la Congregación General 32 provocaron el cambio de mentalidad y la apertura del corazón. La salvación de Jesús no era después de la muerte, sino después del nacimiento. Se insistía en que todos nuestros esfuerzos debían confluir hacia la construcción de una sociedad en la que el pueblo fuera integrado con todos sus derechos de igualdad y libertad.
En 1968 el P. Arrupe y los Provinciales de América Latina nos enviaron una alerta: «La época que vivimos en A.L. es un momento de la historia de la salvación. Por eso nos proponemos dar a este problema una prioridad absoluta en nuestra estrategia apostólica» (Carta de Río, mayo 1968, n. 3).
Todo ello generó un sector social muy activo. Muchos jesuitas de las
Provincias de la región trabajaban con los pobres, viviendo con y como ellos.
Convocamos una reunión en Jiutepec, México, el 24 de julio de 1982, para
responder a esta pregunta: diez años después (del decreto 4 de la CG 32), ¿qué
les había sucedido a los pobres y a nosotros? La repuesta se resumió así:
«Motivados por la fe y estimulados por la Iglesia y la Compañía, nos lanzamos a
esta aventura. La irrupción del pobre en nuestras vidas, su descubrimiento a
través de la inserción, de las investigaciones, del tratar de trabajar con
ellos, produjeron en todos nosotros una ruptura... Dimos nuestros primeros
pasos en insertarnos en la corriente histórica de liberación de nuestros países
y nos encontramos con ideales y proyectos que no nacían de lo cristiano. La
vivencia visceral de la injusticia y opresión del pobre y el entusiasmo por
proyectos alternativos de sociedad alimentó en nosotros la utopía de la
transformación… Nuestra teología, nuestra espiritualidad, nuestra vida
comunitaria, las relaciones con la Iglesia y con la Compañía sufrieron un
cuestionamiento doloroso. Al mismo tiempo
comenzamos a sentir los efectos de la represión de un sistema que consideraba
como subversiva una acción de fe a favor del oprimido... hemos contribuido a
que los pobres recuperen su palabra y sean protagonistas de su liberación»(del
Informe a las noticias de Provincia).
Continuamos con encuentros con jesuitas obreros, con quienes trabajaban con indígenas, párrocos, sacerdotes que pensaron su identidad trabajando en un Centro Social. Cada reunión dejó escrita una historia de vida inolvidable. Fueron decisivos el acompañamiento y los análisis de los Centros Sociales en Centroamérica, Colombia, México, Perú, República Dominicana y Venezuela. Tenían una misión dada por el P. Juan Bautista Janssens, SJ, desde 1949: elaborar diagnósticos que fundamentaran los planes de trabajo por la justicia y la paz. Para ello había que preparar jesuitas con estudios especiales.
Después de la caída del muro de Berlín en 1989, la sensibilidad ante los problemas de la sociedad cambió. Surgían nuevos retos: el cambio climático, la migración, polarizaciones políticas. Ante ello, los Provinciales de América Latina y el Caribe publicaron en 1996 una carta en México sobre el neoliberalismo, en la que reflexionan sobre los criterios y consecuencias de este sistema, sobre las características de la sociedad que anhelamos, y señalan tareas concretas en el campo educativo, social y pastoral.
En 1999 se fundó la Conferencia de Provinciales de América Latina para promover la colaboración entre las 12 Provincias.
En reuniones anuales de los asistentes sociales de las Conferencias de Provinciales con el secretario del Apostolado Social, teníamos oportunidad de apoyarnos y pensar cómo atender nuevos retos. Por ejemplo: decidimos participar en el III Foro Social Mundial en Brasil. Su lema era: «Otro mundo es posible».
Vino la crisis de la democracia pasadas las dictaduras. Surgía una paradójica nostalgia por gobiernos autoritarios, según estudio de la ONU. Planeamos un programa de educación política para dignificar el ejercicio de la política. Se desarrollaría en todas las Provincias. Había que trabajar en la incidencia de nuestro apostolado.
La CPAL fijó sus prioridades: el grave problema de la injusticia, la atención a la Amazonía, Haití y Cuba, problemas ecológicos, violencias, reconciliación y migración.
En nuestro modo de planear el trabajo se dio
importancia al discernimiento con un cambio de la pregunta del «¿qué debemos
hacer?» por la de «¿qué está haciendo Dios?», para dedicar todo nuestro
esfuerzo a colaborar con Él.
[Artículo de la publicación "Jesuitas - La Compañía de Jesús en el mundo - 2020", por Jorge Julio Mejía SJ]