Un viaje – Dos comienzos
Por Joseph M. Stewart y
Timothy P. Kesicki
[De la publicación "Jesuitas 2021 - La Compañía de Jesús en el
mundo"]
La Escuela Primaria West Oak Lane está muy lejos de la
Universidad de Georgetown. Esta escuela, de una sola aula, ya no funciona; el
edificio que la albergaba todavía se alza en lo que fue la plantación de West
Oak, en Maringouin, Luisiana. Maringouin es un pequeño pueblo en la parroquia
de Iberville, lejos de las orillas del río Potomac en Washington. Pero su
conexión con la orden de los jesuitas y la Universidad de Georgetown se remonta
a 1838, cuando la Compañía de Jesús estuvo involucrada en uno de los capítulos
más pecaminosos de sus 480 años de historia. En 1838, los jesuitas vendieron
272 esclavos, mujeres, hombres y niños, a las «Sugar Cane Plantations» (Plantaciones Caña de Azúcar) en las
orillas del Grosse Tete Bayou
(Pantano de Grosse Tete), que fue a donde se dirigieron la mayoría de estas 272
personas hace 183 años.
Joe Stewart era alumno de West Oak Lane a finales de los años 40. Sus maestros le enseñaron muchas lecciones, pero esta trágica historia no fue una de ellas. Lamentablemente, el legado de este vergonzoso pasado no era plenamente reconocido. Hasta 2016 no llegó a conocer la historia completa de sus antepasados, que están enterrados en el Cementerio del Inmaculado Corazón de María. En abril de ese año, The New York Times publicó un artículo de fondo titulado «272 personas fueron vendidas para salvar Georgetown. ¿Qué debe la Universidad a sus descendientes?».
El artículo del Times fue la versión que más circuló de esta historia. Si bien la Compañía era consciente de lo ocurrido en el pasado, la historia viva aún no había salido a la luz. De repente, las historias y la experiencia de los descendientes de los esclavos de los jesuitas cobraron vida ante el mundo. Lo que había comenzado en 1838 dio lugar a lo que Joe Stewart llama «un nuevo comienzo» para estos descendientes y para la Compañía de Jesús.
El Sr. Stewart y otros representantes de los
descendientes habían pedido al Superior General de los jesuitas que diera una
respuesta a este pasado pecaminoso. El P. Kesicki había pedido perdón
públicamente porque los jesuitas hubieran sido propietarios de esclavos en una
Liturgia de Memoria, Contrición y Esperanza celebrada en la Universidad de
Georgetown. El Padre General respondió a la carta de los descendientes
afirmando que «la posesión de esclavos por parte de los jesuitas en los Estados
Unidos y en particular el hecho de que los jesuitas del sur de Maryland
vendieran a 272 personas a unos compradores de Luisiana, fue tanto un pecado
como una traición, porque la Compañía despojó a sus antepasados de su dignidad
humana». El Padre General pidió entonces a los provinciales de EE.UU. que
dialogaran con los descendientes en el marco de la Conferencia Jesuita. En el
verano de 2018, poco después de recibir la carta del Superior General, Joe
Stewart llamó al P. Kesicki, y los dos se conocieron en persona en la casa de
Joe en Michigan.
Este primer encuentro, que ha llegado a ser una relación fuerte y vinculante, abrió la puerta a un modo franco, honesto y constructivo de restaurar la dignidad humana que la Compañía había robado a sus antepasados. Antes de que pasara un año de su primer encuentro, habían logrado que los líderes de los descendientes, los provinciales jesuitas y los representantes de la Universidad de Georgetown iniciaran un proceso de diálogo formal patrocinado por la Fundación W. K. Kellogg. La Fundación Kellogg es reconocida mundialmente por su compromiso con la verdad, y con la curación y la transformación de las relaciones entre razas. La restauración de la dignidad humana iba a exigir un compromiso total de todos los que iniciaban el proceso de diálogo.
En junio de 2018, los representantes de los
descendientes organizaron su primera reunión familiar en Luisiana. Más de 450
personas acudieron a esta trascendental reunión. Joe Stewart presentó a los
descendientes una visión y unos deseos para el futuro. En su discurso dijo: «No
podemos volver a 1838; debemos avanzar. Para planear nuestro futuro, no podemos
quedarnos quietos. ¡Debemos unirnos en la búsqueda de un futuro
diferente!». Continuó diciendo, «No un futuro centrado en los que estamos aquí
hoy; más bien para el futuro de nuestros hijos y de los hijos de nuestros
hijos, para las generaciones venideras».
A lo largo de los últimos dos años, los provinciales, algunos jesuitas y los descendientes se estuvieron reuniendo y discernieron la visión de los descendientes. Lo que ha surgido de este diálogo es una estructura de colaboración permanente y un compromiso compartido por la transformación y la conversión. La visión comienza con una fundación que logrará un mayor bien común para toda la humanidad. La fundación promoverá esfuerzos para mejorar la curación, la transformación y la conversión en materia racial. Corregir el pecado del racismo, con sus raíces en la esclavitud, será una prioridad de esta colaboración. La fundación también prestará ayuda a las generaciones actuales y futuras de los descendientes de los esclavos que quieran mejorar su educación o desarrollar destrezas que les permitan reforzar la seguridad económica de sus familias. La visión consiste en una fundación de mil millones de dólares que promoverá el amor y la justicia entre todos los hijos de Dios.
En 2020, los líderes de la Asociación de Descendientes
se reunieron con el padre Arturo Sosa cuando este visitó los Estados Unidos.
Esta reunión histórica solidificó esta visión y nuestra colaboración para el
futuro.