Una tradición llena de sentido: un signo elocuente todavía hoy
La paja fue la primera cuna del que vino a ofrecer nueva vida a la humanidad. El Evangelio de San Lucas describió las bases de lo que conocemos como “El Nacimiento o El Belén”. Allí se narra con sencillez que María y José, no habiendo encontrado lugar en la posada de Belén, tuvieron que retirarse al campo, a una cueva o establo, donde nació Jesús.
Desde el siglo II, los relatos que circulaban entre los cristianos mencionaban el origen tan humilde que tuvo el Hijo de Dios a su llegada a la Tierra. Luego, gracias a Francisco de Asís, la tradición de “poner en escena” a María, José, y Jesús, al asno y el buey, a los ángeles, los pastores y los Magos del Oriente, se hizo realmente popular.
A Francisco le había conmovido profundamente, durante su viaje a Tierra Santa, la visita a Belén. Las cuevas del pueblo de Greccio (Italia) le recordaban el paisaje de Judea. Y, para la fiesta de Navidad de 1223, quiso reproducir la escena del nacimiento de Jesús con participación de gente del pueblo. La noche del 24 de diciembre, reunió a los fieles en un lugar preparado por uno de ellos, un hombre llamado Juan, que lo había preparado todo. San Francisco organizó entonces la celebración de la misa sobre el pesebre, para poner de manifiesto la vinculación entre la Encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía: Porque en las dos situaciones Dios se entrega al mundo. El nacimiento era “viviente”, porque los personajes eran los mismos habitantes de Greccio.
Fíjese en el reportaje fotográfico que muestra el Nacimiento
navideño que se expone bajo la columnata de la Plaza de San Pedro en Roma. La
idea ha sido del Dicasterio para la Evangelización. Cada escena representa un
pasaje de la carta apostólica del Papa Francisco titulada Admirabile signum (“Signo admirable”).
¡Les deseamos para esta Navidad una bella y honda meditación!