Con motivo de la publicación por el Papa Francisco de la exhortación apostólica Laudate Deum, queremos dar a conocer una serie de artículos que presenten diversas obras de la Compañía de Jesús comprometidas con la ecología. Lo hacemos hoy, desde la Región de Kohima (India).

Por WK Pradeep, SJ

Un mundo de diversidad

El noreste de la India, que comprende siete estados, alberga quizá la mayor densidad de diversidad cultural del mundo, con 166 tribus diferentes (51.670.000 habitantes) habitando en sólo 262.179 km². La altitud de sus llanuras, montañas y valles varía desde el nivel del mar hasta su punto más alto, a 7.090 metros. En ningún lugar las precipitaciones anuales son inferiores a 1.000 mm, y Mawsynram, con una pluviosidad anual de 11.872 mm, es el lugar más húmedo de la Tierra. Esta región integra dos de los treinta y seis focos biológicos del mundo (el Himalaya y la región indobirmana), y comparte 5.182 km de frontera internacional con Bután, Tíbet, China, Birmania y Bangladesh. En medio de todo ello existen también problemas como la migración intra e internacional, la distancia entre ricos y pobres, incluso entre los tribales por lo demás igualitarios, y la degradación del medio ambiente. Es esta región la que los jesuitas llaman la “Región de Kohima” (Kohima es la capital de Nagaland).

Con este telón de fondo, y reflexionando sobre nuestra 4ª Preferencia Apostólica Universal, es pertinente que los jesuitas de Kohima nos preguntemos: ¿Qué hemos hecho? ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué podemos hacer por una ecología integral en el noreste de la India?

Tradiciones ecológicas integrales - lo bueno y lo malo

Nosotros, la gente del noreste de la India, vemos a la Madre Tierra como un sistema vivo. El principio conservacionista de mantener un equilibrio entre consumo y regeneración forma parte de nuestro ethos. Las prácticas de conservación incluyen “arboledas sagradas”, que son zonas forestales en las que está prohibida toda actividad humana; tabúes que prohíben a ciertos pueblos consumir determinadas plantas y animales; temporadas en las que está prohibida la caza, etc. No se trata sólo de normas antropocéntricas: se considera que la naturaleza tiene vida y necesita cuidados. Se cree que las deidades y los espíritus ancestrales viven en ella y la preservan.

Sin embargo, hay ciertas prácticas que degradan el medio ambiente, como son el cultivo “zhum” (itinerante), en el que se queman grandes zonas forestales para el cultivo, antes de pasar a la siguiente zona; el monocultivo; el cultivo en pendientes; el corte caprichoso de ramas cuando se atraviesa un bosque; la dieta omnívora, expresada en el dicho “Todo lo que se mueve hay que comérselo”. En este escenario polifacético tienen los jesuitas que abordar de nuevo aquella triple pregunta.

El camino actual

Ciertamente, los jesuitas de Kohima llevamos ya a cabo y con empeño prácticas ecológicas saludables. Por medio de la predicación y la oración, la enseñanza y la formación, los ecoclubes y las plantaciones, hemos concienciado a la gente para que ahorre recursos y evite la degradación. La destrucción de árboles para hacer leña y establecer cultivos fue una práctica desenfrenada entre los años 70 y 90. En el presente, sin embargo, se ha reducido al mínimo. En los campus que lleva la Compañía se ha reducido el despilfarro de agua, de papel y de plástico, han aumentado las zonas verdes y se ha prohibido la caza. Cuando se lleva a cabo la ampliación de un campus se conservan los paisajes naturales. Muchos campus funcionan con energía solar al 100%. Recientemente, la Región de Kohima renovó su compromiso ecológico al incluir la ecología en su Declaración de Misión 2020: “Queremos ser testigos del Reino de Dios... conscientes del grito angustiado de los vulnerables, los jóvenes y la Madre Tierra...” y haciendo del “Cuidado de la Madre Tierra” una Preferencia apostólica de la Región (RAP#2). Además, algunos jesuitas de la Región se han formado en ciencias medioambientales y hay un jesuita destinado a coordinar las actividades de la Región que tengan que ver con la ecología.

¿Qué más?

Sin embargo, la mayoría de las medidas mencionadas se reducen a la formulación de meros ideales y a acciones prácticas a corto plazo. Hace falta mucho más en términos de investigación, espiritualidad y reestructuración social. Hay aún una serie de fronteras que no hemos traspasado y a las que tenemos que cercarnos, como son la recogida de datos sobre la flora y la fauna, la investigación y conservación de los conocimientos indígenas sobre las plantas medicinales, la reflexión filosófica y teológica para integrar la sabiduría tribal tradicional con los valores cristianos y las intuiciones ignacianas, y un centro de investigación ecológica que realice todo esto.

Hay que tener en cuenta que, la llegada de la urbanización (cambio de estilo de vida), el dinero (cambio de valores) y los trabajos no agrícolas (cambio profesional), ha sometido a los habitantes del noreste a un profundo cambio en su visión del mundo y su forma de vida. Las tentaciones del “consumismo no ético” (Laudato si’ #219) y del “relativismo práctico” (Laudato si’ #122-123) cambian sus actitudes: mi necesidad, mi familia y mi hogar cobran prioridad frente a nuestra necesidad, nuestra tribu y nuestra naturaleza. Así que nosotros, los jesuitas y nuestros colaboradores, necesitamos “combatir la cultura dominante que tiende a degradar y explotar a la Madre Tierra” (RAP#2.1), “cultivar un sentido renovado de lo sagrado y una toma de conciencia de la interconexión dentro de la creación” (RAP#2.2) y “promover modelos sostenibles de desarrollo” (RAP#2.3). Yendo a lo fundamental y en el espíritu del Magis, debemos atrevernos a desarrollar una cosmovisión ecológica integral y una espiritualidad transformadora que propicie un estilo de vida responsable.

Vídeo introductorio de Laudate Deum

Para conocer brevemente la Laudate Deum: