Leer el pasado para escribir el futuro
Cincuenta años de presencia y apostolado de la Compañía en el noreste de la India
Por Philip Abraham, SJ - Región de Kohima
A los cincuenta años, tenemos, como sentimiento
predominante, el “complejo de Jano”, el Dios romano de los comienzos y las
transiciones, que se suele representar con dos caras, una mirando hacia atrás
al pasado, y otra mirando hacia adelante al futuro. El lema de las bodas de Oro,
“Leer el pasado para escribir el futuro”, trata de expresar estos sentimientos
de agradecimiento y esperanza.
El medio siglo transcurrido ha sido sin duda una época de increíbles bendiciones, de Providencia en todas sus manifestaciones, con historias de extraordinario coraje y audacia, de bajadas y subidas, de errores y rectificaciones del rumbo. Los primeros 25 años como territorio de misión de la Provincia jesuítica de Karnataka, y los segundos 25 como Región jesuítica de Kohima, preparan el escenario para un futuro de grandes posibilidades. Con un número impresionante de jesuitas jóvenes (alrededor de dos tercios son escolares menores de 35 años), alimentamos grandes esperanzas para un futuro pleno de posibilidades. Animados por la abundancia de gracias que han ido escribiendo nuestro pasado, nos abandonamos a Dios para que nos ayude a escribir un futuro que dé aún más gloria a Dios.
Esta misión se inició con la llegada de los tres
primeros jesuitas de la Provincia de Karnataka, que ponían en marcha la Misión
de Kohima-Jakhama, Nagaland, en el noreste de la India, en abril de 1970.
¿Por qué la lejana Karnataka y no una Provincia más cercana?
Muchos se han preguntado cómo la Provincia de Karnataka, en el profundo sur de la India, pudo comenzar la “Misión de Nagaland”, en la frontera noreste de la India, habiendo varias Provincias de la Compañía geográficamente más cercanas. La verdad es que las Provincias más cercanas a Nagaland se “descalificaron” a sí mismas por una u otra razón. Calcuta, la opción más cercana y obvia para asumir el reto, no pudo hacerlo porque los extranjeros (no nacionales indios) tenían prohibido trabajar en Nagaland, sobre todo tras la agresión china de 1962. Otras Provincias expresaron asimismo su incapacidad debido al limitado número de nacionales indios con que contaban, o porque ya habían asumido recientemente otros territorios de misión.
La creación y el mantenimiento de la región de Kohima han traído consigo tres gracias singulares.
1. Hombres de frontera: Casi todas las misiones jesuíticas están situadas en zonas rurales, del interior, en pueblos o pequeños municipios. Cuando llegaron los jesuitas Kohima estaba fuera de sus límites, porque los Salesianos ocupaban ya ese territorio. Alrededor de Kohima, el único pueblo dispuesto a acoger a los jesuitas era Jakhama, 26 km al sur. Otros pueblos rechazaron a los jesuitas llamándoles “anticristos” (los bautistas locales llamaban así a los católicos). Esto obligó a la apertura de nuevas misiones en aldeas remotas o muy lejanas y ha hecho posible llevar el evangelio y la educación de calidad a más de 25 misiones del interior.
2. La movilidad: La Compañía fue entregando a la diócesis centros misioneros y parroquias en pleno funcionamiento. La norma fue liberarse de ellas para poderse entregar a ministerios más difíciles, en los que la necesidad fuese mayor y el fruto más abundante. La lista de obras entregadas a la Iglesia diocesana es larga e incluye parroquias, colegios, escuelas, internados, dispensarios y conventos. Nuestra capacidad para llegar a los lugares más necesitados con nuestro personal y nuestros limitados recursos se multiplicaba al entregar las misiones a las diócesis para que se hicieran cargo de ellas.
3. El
hermanamiento con la Provincia de Wisconsin - ahora la Provincia UMI - de los EE.UU, fue otra bendición. Se
piensa normalmente que un hermanamiento de este tipo consiste en dar apoyo
económico a la Región. Nada más lejos de la verdad. La ayuda económica es una
pieza más del rompecabezas que inició el Padre General, pero las gracias que
Kohima y Wisconsin han recibido a través de esta relación mutua han sido muchas
más. Numerosos jesuitas, especialmente escolares, de una de las partes, han
pasado veranos, a veces hasta meses, en el territorio de la otra, y los
jesuitas que han estudiado o han sido asignados para el apostolado en los
territorios de la parte hermanada han recibido muchas bendiciones y gracias.
En conclusión, si el pasado es algo que hay que no podemos olvidar, al “escribir el futuro” nos espera otra emocionante aventura de gracia y cooperación humana. Releyendo las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús y la planificación apostólica de la Región, encontramos que, con 98 escolares y hermanos en formación de los 158 miembros de la Región, lo mejor está por venir.